viernes, 20 de abril de 2018

ESCENARIO. EL LAGO DE LOS CISNES. THE KIROV BALLET

El lago de los cisnes (en ruso Лебединое Озеро [Lebedínoye óziero]) es un cuento de hadas-ballet estructurado en cuatro actos, que fue encargado por el Teatro Bolshói en 1875 y se estrenó en 1877. La música fue compuesta por Piotr Ilich Chaikovski; se trata de su op. 20 y es el primero de sus ballets. En la producción original la coreografía fue creada por Julius Reisinger. El libreto se cree que fue escrito por Vladímir Petróvich Béguichevy Vasily Geltser, basándose en el cuento alemán Der geraubte Schleier (El velo robado) de Johann Karl August Musäus.

La primera representación tuvo lugar el 4 de marzo de 1877 en el Teatro Bolshói de Moscú.​ Contrario a su gran reconocimiento actual, esta obra estuvo rodeada de reveses desde su estreno; además de su pobre producción inicial, de la cual se han perdido algunos registros, las creaciones de la música y la coreografía original no fueron paralelas debido a desacuerdos técnicos entre las partes, pues Chaikovski (poco familiarizado con la composición de ballets) trabajó de forma rápida, innovadora y despreocupada en una partitura que terminaría desconcertando a Reisinger. Todo ello hizo que la obra no fuese bien aceptada ni por el público ni por la crítica la cual se expresó con palabras como “difícilmente se convertirá en un ballet de repertorio y nadie lo va a lamentar”.​ Sin embargo, el 15 de enero de 1895 en el Teatro Mariinski de San Petersburgo6​ esta misma obra logra su primer gran éxito con una nueva coreografía a cargo de Marius Petipa y Lev Ivanov. Las primeras ideas que tuvo Chaikovski acerca del lago de los cisnes fueron olvidadas, y la música que él compuso para el concierto de Bolshói desapareció. Y a pesar de las numerosas versiones, composiciones, historia y estructura que existen de este "cuento de hadas", a la fecha no se ha creado uno que represente la idea principal que Chaikovsky tuvo cuando comenzó a escribir la música de este recital.

Desde entonces, numerosas revisiones y puestas en escena mantuvieron fresca esta subestimada obra de modo que para mediados de los años 40 del siglo XX empezó a ser ampliamente reconocida como paradigma del ballet. El lago de los cisnes bailado con la música de Chaikovski es actualmente uno de los más reputados títulos del ballet mundial y una de las mayores exportaciones artísticas de la Rusia imperial, así como una de las obras emblema del compositor. Bailarines tan geniales como Anna Pávlova y Rudolf Nuréyev han dejado su huella en esta duradera obra maestra.

El Ballet Mariinski, afiliado al Teatro Mariinski en San Petersburgo, es una de las más famosas compañías de ballet de la historia. La compañía fue conocida como el Ballet Imperial hasta inicios del siglo XX. Después del asesinato de Serguéi Kírov, fue renombrado como Ballet Kírov, pero retomó su nombre original tras la disolución de la Unión Soviética.

Fue para esta compañía que el gran coreógrafo Marius Petipa escenificó la mayoría de sus obras quintaesenciales, notablemente las revisiones de Giselle, El lago de los cisnes, Le Corsaire y los ballets originales Raymonda, El cascanueces, La bayadera, Don Quixote, Harlequinade y La bella durmiente del bosque. Entre los ballets del siglo XX, Spartacus fue inaugurado aquí en 1956.

Después de la Revolución de Octubre (1917), la maestra de ballet Agrippina Vagánova determinó continuar las tradiciones y métodos del Ballet Imperial Ruso. Su obra permitió el trabajo preliminar para la formación y desarrollo del ballet clásico en el mundo.

La escuela de coreografía del Ballet Mariinski, la Escuela Vagánova, llamada así por su más célebre maestra, Agrippina Vagánova, preparó muchas de los más grandes bailarines en la historia: Avdotia Istómina, Paul Gerdt, Olga Preobrazhénskaya, Mathilde Kschessinska, Anna Pávlova, Tamara Karsávina, Olga Spesívtseva, Vátslav Nizhinski, George Balanchine, Lydia Lopokova, Galina Ulánova, Marina Semiónova, Yuri Grigoróvich, Natalia Makárova, Rudolf Nuréyev, Yuri Soloviov y Mijaíl Barýshnikov.

Durante la Guerra fría, sin embargo, la compañía encaró el problema de que algunos de sus bailarines rechazaban regresar de los países occidentales por los que hacían giras, mientras otros fueron transferidos por las autoridad soviéticas al Teatro Bolshói en Moscú. De ese modo la compañía perdió grandes bailarines, como Ulánova, Semiónova, Nuréyev, Makárova y Barýshnikov.

La tendencia de los grandes bailarines a dejar el Mariinski por el Bolshói continúa, pues maneja un mayor presupuesto. El último ejemplo semejante fue el de Svetlana Zajárova.


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